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“Quiero hacer que las mujeres abran los ojos y pierdan el miedo.”
Muchas mujeres creen que no trabajan. Creen que su labor — ya sea lavar ropa ajena o vender productos — no es trabajo. No nos damos cuenta de que sí lo es porque es un rol que hacemos del cual ni nos damos cuenta. Decimos que nos está manteniendo nuestro marido o nuestra pareja, sin darnos cuenta que nosotras nos estamos manteniendo, estamos sobreviviendo.
A mí me hizo entender esto un hombre [el doctor que trataba a mi hija por el asma]. En ese tiempo yo llevaba a mi hija al doctor por su asma. Yo me culpaba mucho porque a mi hija se le había desarrollado la enfermedad. Mi marido me hacía sentir que era mi culpa. Mi autoestima estaba muy baja. Cuando llegaba al doctor con mi hija, el doctor me decía, “usted llora por dentro. Sus ojos siempre están cristalinos.” Yo en verdad quería que alguien me escuchara, pero no le podía decir a nadie lo que sufría por dentro. Yo le decía, “no trabajo. Mi marido me mantiene,” a lo que él me respondía, “¿pero cómo que te mantiene?”
El doctor me explicó, “ustedes las mujeres tienen muchísimos trabajos: son doctoras, financieras, son contadoras, y mucho más”. Y es cierto. Nosotras las mujeres somos abogadas, peleando por nuestros niños; somos administradoras, manteniendo un hogar; somos enfermeras, lo estamos cuidando al marido y los hijos por la noche. Y también me dijo, “son nuestras chachas porque nos dan de comer, son nuestras psicólogas y ¿a ustedes quien las escucha? Son nuestras masajistas. Son muchas cosas que ustedes no se dan cuenta.” No te auto-valoras. En ese tiempo me puse a escuchar a los psicólogos.
Embarazada y con un bebé en brazos, siempre estaba trabajando con mi marido. Teníamos un negocio de frutas y verduras en la Ciudad de México. El trabajo era muy esclavizado — me levantaba a las tres de la mañana para dejar mi casa limpia como pensaba que debía ser una mujer y también tenía que aguantar a mi marido que se emborrachaba. Me subestimaba. Hay unos hombres que te tiran y te bailan ahí. Uno se llena de miedo, que ya no te vaya a mantener, mientras ellos no comparten ni un pedacito del cuidado del hogar o de los hijos. No saben qué tipo de persona es su hijo, o de que cariño necesita porque nunca están ahí. Será por los amigos, por el trabajo, por las fiestas o lo que sea. Si, algunos son proveedores, pero otros ni son bueno para eso.
No nos damos cuenta las mujeres. ¡Despierten, mujeres!
En las reuniones siempre veo a mujeres que vienen tan cansadas. Pero no es el cansancio del trabajo, sino que es emocional. Se ven que traen tanto en sus hombros, los problemas de los hijos, las parejas.
Sé que hay hombres que sí cuidan de sus parejas. Hay mujeres que parecen que tienen un matrimonio que otros envidiarían. Para muchas es una jaula de oro. Mi hogar antes de dejar a mi marido era una jaula de oro. Nos engañamos nosotras las mujeres, nos frustramos. Nos quedamos en situaciones así por lo que dirán los demás. Algunas se sienten privilegiadas porque piensan, “a mí me traen vestida o me sacan a comer el sábado.” Desafortunadamente, a veces las mujeres también podemos ser muy crueles entre nosotras. La verdad algunas nos quedamos en matrimonios así por los hijos, pero no les estamos haciendo bien. Por ejemplo, mi hijo a veces me dice, “mami, no entiendo como por veinte años de tu vida lo aguantaste [a mi papá]”. Pero así se va dando uno cuenta que les estamos dando un ejemplo a seguir a nuestro hijos. Yo no quiero que mis hijos sean como su papá. A veces sin saber, les estamos dando el patrón — que así deben ser las mujeres y así los hombres.
A mi esposo yo lo dejé. Tomé la decisión de dejarlo allá y me vine con mis hijos. Cuando llegué, llegué a Staten Island. Yo dejé a mi marido por la violencia doméstica. Él me marginaba y me subestimó demasiado.
Yo tenía muchas expectativas para mi vida. Me hubiese gustado ser doctora, enfermera, o hasta recepcionista porque a veces las recepcionistas son como terapeutas. Me hubiese gustado estudiar algo. Si Dios quiere, me gustaría ser asistente de enfermera. Me llama mucho la atención eso de ayudar a las demás personas. Pero mi relación con mi marido no me lo permitió. A veces te lo crees que tú tienes la culpa y que te mereces ser maltratada — empiezas culpándote a tí misma y tienes una justificación de porque te mereces el maltrato. Hasta que abres los ojos.
Desafortunadamente con la presidencia de Donald Trump a muchas mujeres les da miedo. Dicen, “si voy y lo denuncio tengo que dar mi nombre”. En México tenemos un dicho, “salgo de Guatemala para entrar a Guatepeor.”
Vivir en este país no es fácil. Y a veces el dinero lo engaña a uno. Si no vienes con los pies bien puestos sobre la tierra, te puedes quedar en la misma situación aquí que allá. Tienes que saber hacia dónde vas y de dónde vienes, sino vuelves a lo mismo. Mis dos embarazos fueron de alto riesgo y tanto que he peleado por mis hijos que abandonarlos estaría mal.
Ahora mi hija es madre soltera. Le ayuda [con las finanzas] el papá de su hija. Mi hija parece que quería seguir el mismo patrón que su mamá. El novio la chantajeaba, le decía “salte de trabajar y yo te mantengo”. Yo le puse un alto porque todo el tiempo se la pasan peleando. Mi hija está buscando trabajo ahora que terminó su GED. No pudo terminar la high school por lo de su embarazo. Ella también es una de las miembras de la cooperativa. Mi hijo estudia y trabaja. Tiene un medio tiempo y me ayuda con lo de la renta. El más grande ya se fue para la Carolina del Norte. Tomó unas decisiones que yo no estaba de acuerdo. Entre los tres salimos a flote. Digo que salimos a flote, no digo que estamos saliendo adelante, pero estamos a flote.
Yo limpio una oficina todos los sábados y dos casas cada mes. También vendo Mary Kay, aparte de limpiar las casas. Me doy mi tiempo con mis clientes. Me encanta ayudar a la gente. Me encanta cambiarles sus caritas. Fue importante para mí cuando aprendí a maquillarme. A mí me ha caído la depresión — por mi situación o por los gastos o por otra cosa. Cuando eso pasa, me paro en frente del espejo y me limpio la cara y ya que estoy maquillada, me siento transformada. Tal vez no te sientas tan bien, pero sientes que te ves bien. A veces conozco a mujeres que han tenido malas experiencias con el maquillaje equivocado y luego dicen, “el maquillaje no me gusta.” Me gusta tomarme mi tiempo con esas mujeres. Digo, si voy a hacer algo, lo voy a hacer bien porque ellas se merecen eso y más. He aprendido sobre los tipos de piel, los colores, los tonos. Trato de hacer a mis clientes sentir bien para que se sientan más seguras de sí mismas. De vez en cuando también platico con ellas, me dan la oportunidad de darles consejos y opiniones. Si puedo ayudarles con alguna opinión, yo trato de hacerlo. O les cuento mi historia. Les digo, “no se las cuento porque quiero que me tengan lástima, ni para que se rían de mí, ni para que vayan a hablar de mí. Pero si mi historia les puede ayudar, se las pongo de ejemplo.”
Estoy sin familia aquí. Llegue sin familia, sin dinero, y sin conocidos hace nueve años, pero me he dado a conocer. Al principio estaba aquí mi hermana, pero ella se fue. No hablábamos mucho cuando estaba aquí porque su marido y yo no nos llevábamos bien. El era machista, hasta peor que mi marido. Ya lo dejo, gracias a Dios.
Mi pareja ahora es el que me invitó a la cooperativa. El pertenece a la cooperativa de los handymen. El me dijo que se iba a abrir una coop en Staten Island. En ese tiempo yo estaba trabajando en un dry cleaner. Era mucho el abuso — el patrón quería que hiciéramos de todo y quería que estuviéramos agradecidos por horas extras. Nos tenía a todos trabajando part time. Porque yo sabía de todo, me ponían a lavar, a planchar, a traducir, a estar al pendiente y estaba yo como loquita. Además algunos de mis compañeros no me querían porque a ellos no les daban las dos horas más, pero a mí sí. Me traía el patrón siempre apurándome. Por mas que le decía que no estaba cómoda, a él no le importaba.
Estoy trabajando en la cooperativa desde noviembre pasado. Estaba buscando un trabajo justo, un trabajo equitativo. Pero a la vez estaba buscando levantar mi voz. Quiero que no nos marginen y que no seamos señalados por ser migrantes o indocumentados. Quiero que todas compartamos la perspectivas de qué es salir adelante y apoyarnos las unas a las otras. Me gusto la idea de eso. Compartimos la misma idea, aunque cada una de nosotras somos independientes y tenemos opiniones, al final del día llegamos a la misma conclusión y estamos en el mismo camino. Me gustaría que esto abriera caminos para otras mujeres que por la necesidad de la renta, o por mandar dinero a México, no se valoran a sí mismas, ni a sus propios cuerpos. Cuando estaba trabajando en el dry cleaner, estaba bien mal. Parecía que tenía una joroba. Fui a que me sobaran y no se me quitaba. Las articulaciones me dolían por estar haciendo la misma acción repetitiva. No se valora ese trabajo. Por $50 dejas una casa reluciente. A veces ni te pagan porque eres ilegal o porque no hablas el idioma. Me gustaría que nos respetaran y nos valoraran. No venimos a robar, venimos a trabajar.
Les quiero decir a las mujeres que aprendan a quererse a sí mismas. A veces no creemos que lo merecemos porque nos llenamos de negatividad. “Que no merezco respeto porque deje a mis hijos allá, porque fui mala madre o mala hija.” No importa lo que haya pasado, una tiene que respetarse a sí misma para poder poner un alto. Cada mujer es diosa. Yo misma me sorprendo, cuando maquillo a una mujer digo, “¡wow!, ¿yo hice eso?” Me decía el doctor, no te quedes con la duda, con el “si yo hubiera hecho.” El hubiera no existe. Se puede.
Ahora soy abuela. No vivo con lujos. Empecé con un cuarto pequeño, luego más grande, y ahora por lo menos tengo un apartamento con mis hijos y mi nieta. No es fácil cargar con la responsabilidad de la casa — ser madre y padre aunque una nunca puede ser padre en realidad.
Si dios quisiera que yo estuviera legalmente aquí… Me gustaría estudiar para enfermera para poder ayudar a la gente. Quiero darle el ejemplo a mis hijos, más que nada a mi hija para que no tenga miedo. Ella teme que la separen de su hija. A pesar de que es de carácter fuerte, ella tiene un miedo legítimo. Quiero que sepa que el ser humano es grandioso. Yo no quiero estar dependiente de un hombre. Quiero trabajar y ahorrar y quiero algún día terminar mi casa en México.
Bueno, yo no puedo ir a las marchas porque estoy tratando de tramitar mis papeles y tengo miedo de lo que me pueda pasar. De todos modos, creo que todos tenemos que hacer el esfuerzo diario. Mejorándonos nosotros mismos como individuos, más las mujeres. Trato de diario decirle a una mujer que es bonita. Darle los buenos días y una bendición.
*Esta entrevista es parte de un iniciativa conjunta entre Public Seminar y el Paro Internacional de Mujeres NYC. Los nombres han sido cambiados.